Hoy es día 20
de junio de 2014, viernes. Como os prometimos ayer, hoy os vamos a contar la jornada
pasada con más detalle. Fue la décimo segunda etapa de nuestro Camino y última
del Camino francés. Nos levantamos a las 6 para iniciar la marcha lo antes
posible y desayunar en el primer sitio que estuviera abierto, pues en el
albergue no se podía. Paramos en un bar de Palas y desayunamos bien. Pasamos
por Melide y continuamos la marcha. Ya preveíamos la dureza de esta última
etapa, especialmente en este tramo. Seguimos hasta Arzúa, donde nos encontramos
en una gasolinera de la entrada con Vicente y allí volvimos a reponer fuerzas. Vicente
se quedó en Arzúa para conseguir algún sello más para su credencial. Proseguimos
nuestra marcha hasta Pedrouzo, donde paramos en un bar para tomar un pequeño
almuerzo. En una de nuestras subidas nos encontramos en dirección contraria con
un minusválido que bajaba muy deprisa en una silla de ruedas, lo que nos dejó
boquiabiertos. Este tramo seguía siendo de continuas subidas y bajadas, lo que
nos iba poco a poco mermando fuerzas. En el camino nos adelantaron unos
ciclistas que venían de Igualada (Barcelona), que subían las cuestas con más
comodidad que nosotros. Sobre la marcha estuvimos hablando con ellos e
intercambiamos experiencias sobre el Camino y sobre todo hablamos de la alegría
por lo próximos que estábamos para concluirlo.
Después de una
larga y dura subida de más de tres kilómetros, abandonamos la carretera porque
se nos obligó a seguir el camino de los peregrinos a pie. Rodeamos el
aeropuerto de Lavacolla y llegamos a una aldea a partir de la cual podíamos
optar por seguir la carretera o continuar por el andadero. Decidimos ir por el
andadero para llegar al Monte do Gozo por donde entraban los peregrinos a pie. Este
camino resultó bastante duro por las pronunciadas cuestas con pendientes
superiores al 10 por ciento, que en algunos casos nos obligó a poner el pie en
tierra. Este camino transcurría entre árboles, lo que le hacía agradable y
fresco, a pesar de su dureza. Llegamos al Monte do Gozo, donde nos esperaba
Vicente, para subir los cuatro juntos y hacernos alguna foto en el monumento a
Juan Pablo II y en el monumento a los peregrinos, que se halla más adelante y
desde el que se divisa la ciudad de Santiago y su magnífica catedral, que nos
esperaba impaciente. Vicente quiso que tomáramos algo, pero nuestra ansiedad
por llegar era tal que decidimos continuar sin más demora. Por suerte para
nosotros, todo este último tramo era hacia abajo, lo que agradecimos porque
nuestras fuerzas estaban al límite.
A la entrada de la ciudad coincidimos con
otros ciclistas con los que habíamos compartido camino. Nos dirigimos andando
al centro de la ciudad porque no está permitida la circulación por el casco
histórico y, llenos de emoción, entramos en la Plaza del Obradoiro. Allí nos estaba esperando
Vicente; dejamos las bicis en el suelo y nos dimos un gran y emotivo abrazo,
pensando, sin poder contener las lágrimas, en todas las dificultades que habíamos
superado para llegar a ese momento. Nos hicimos fotos y nos fuimos a buscar el
alojamiento, que estaba a las afueras de Santiago. A Vicente le costó un poco más
encontrar el hostal y tardó en llegar. Allí comimos, nos duchamos y descansamos
un rato para marcharnos contentos a buscar nuestra Compostela.
Hicimos hora y
media de espera y, por fin, conseguimos nuestro certificado de haber sido
peregrinos en el Camino jacobeo. Pedro pidió además un certificado de distancia
recorrida. Cenamos en “Casa Manolo” y brindamos con Ribeiro, celebrando haber
conseguido nuestra meta sin percances.
Al día
siguiente nos levantamos un poco más tarde, desayunamos en el hostal y nos
fuimos a la Catedral
para cumplir los ritos de llegada de todo peregrino: dar un abrazo al Apóstol,
visitar sus restos y escuchar la misa del peregrino. Para los dos primeros había
poca gente y lo hicimos rápido, lo que nos permitió ir a la iglesia del
convento de San Francisco de Asís para obtener el certificado que emitían este
año por coincidir con el octavo centenario de la peregrinación del Santo
italiano a Santiago de Compostela. Después asistimos a la misa en la Catedral , que estaba
plena de gente, y vimos funcionar el botafumeiro. Hicimos algunas compras por
el centro y tomamos café en el Casino de Santiago, en la rúa do Vilar.
Esta noche
esperamos la llegada de Ana, la mujer de Juanjo, y todos juntos celebraremos el
éxito.
Mañana, si
Dios quiere, rumbo a Finisterre.
Buenas
noches y hasta mañana.
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